Qué es la mediación

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En los centros escolares, se utiliza cada vez más el llamado proceso de mediación para resolver los conflictos que surgen entre el alumnado y que pueden amenazar la convivencia.

La mediación se basa en la confianza en la capacidad que tiene cada ser humano de resolver los conflictos con los demás por sí mismo. En ocasiones perdemos esta capacidad porque la convivencia no es fácil y las circunstancias que nos rodean no siempre son favorables para desarrollarla. Esto hace que, en determinadas situaciones, podamos necesitar de una ayuda externa que restablezca las condiciones para poder ejercitar nuevamente esta capacidad de gestionar conflictos satisfactoriamente nosotros mismos: éste es el objetivo principal de la mediación.

La autonomía de las personas es el fundamento de la mediación. Por tanto, es imprescindible que las partes acudan a la mediación de forma totalmente voluntaria: sin la voluntad de cada participante es imposible resolver el conflicto. No tiene sentido que alguien vaya obligado. Y esta voluntariedad se hace extensiva a todo el proceso: cualquiera de las partes puede abandonar la mediación en cualquier momento del proceso si cree que la puede perjudicar o que no está yendo por buen camino.

Cuando tenemos un conflicto con alguien es porque mantenemos posiciones antagónicas, pero para llegar a gestionar de forma satisfactoria es imprescindible respetar a la otra parte aunque no se comparta su punto de vista. En un primer momento, esto puede ser muy difícil. Un primer paso para conseguirlo es que las partes respeten los turnos de palabra: se dan las mismas oportunidades de hablar y el hecho de no interrumpir aunque lo que escuchemos nos enoje, enseña a controlar las emociones. Esta es la condición básica para comenzar a practicar una de las actitudes fundamentales que han de tener todos los participantes de la mediación: la escucha activa. La mediación es un espacio donde se es escuchado, pero también donde se escucha. Tan importante es explicar qué queremos que los demás escuchen como escuchar lo que los demás explican. Esta actitud ha de regir todo el proceso.

Otro aspecto importante para avanzar hacia el respeto por el otro es, evidentemente, cuidar el lenguaje y, sobre todo, hablar sin palabras ofensivas: el cumplimiento de estas normas elementales ayuda a las personas inmersas en una situación conflictiva a recuperar la capacidad de comunicarse.

La mediación es totalmente confidencial para el mediador: toda la información que intercambian las partes durante el proceso no puede trascender fuera de ese contexto, así como todo lo que se hable en las entrevistas privadas con cada parte, a no ser que se autorice al mediador a que lo revele en la sesión conjunta.

La función del mediador es crear las condiciones para que las partes en conflicto puedan transformar éste en una nueva situación satisfactoria para todas las personas involucradas. Ha de ser imparcial: en ningún momento puede tomar partido por una de las partes. Esto implica no juzgarlas, no evaluarlas y ni siquiera aconsejarlas sobre sus actos y acuerdos.

Aunque la mediación es una buena alternativa para resolver muchos de los conflictos más frecuentes, no siempre se puede recurrir a ella. La línea entre conflictos mediables y no mediables no siempre está clara; sin embargo, hay casos extremos en que la mediación no es una buena solución:

  • cuando el hecho es muy reciente y los sentimientos están todavía a flor de piel;
  • cuando se han cometido delitos graves;
  • cuando hay violencia manifiesta;
  • cuando se dan alteraciones de tipo psicológico importantes.

La mediación consta tanto de sesiones individuales entre el mediador y cada una de las partes como de sesiones conjuntas. Antes de que se ponga en marcha una mediación conjunta con las partes, siempre hay unos pasos previos. Todo comienza cuando alguien que tiene un conflicto solicita una mediación. A continuación se realiza una entrevista individual con el solicitante y, posteriormente, en el caso de creer que la mediación puede ser una buena solución, se invita a la otra parte a mantener una entrevista individual con los mediadores. Tras realizar las dos entrevistas, el equipo evalúa si la mediación es adecuada y, en caso afirmativo, se programa una sesión conjunta entre las dos partes.

El objetivo inicial de la primera sesión es doble: en primer lugar, establecer un clima de confianza, para lo cual es importante que todo el mundo se sienta lo más cómodo, calmado y tranquilo posible. En segundo lugar, se deben tener claras las reglas de la mediación -confirmar la voluntariedad, recordar la confidencialidad, tener claro que el papel del mediador no es juzgar ni criticar, hablar y escuchar cuando nos toque y colaborar para encontrar una solución- .

 

Historia del conflicto:

Esta es la fase en que los protagonistas del conflicto les explican a los mediadores lo que pasó y cómo se sintieron: de esta manera quedan claras las posiciones iniciales de cada parte. El mediador intenta reproducir la historia con sus palabras para comprobar si la entendió y para que la parte se sienta reconocida: es la técnica de la paráfrasis.

 

Exploración del conflicto:

En una situación de conflicto, las personas suelen discutir a partir de las posiciones particulares de cada una. Estas se basan en puntos de vista cerrados a partir de los cuales se realizan demandas, lo que dificulta mucho la gestión del conflicto y genera un enfrentamiento que parece irreconciliable. Sin embargo, las posiciones son solamente la parte visible del conflicto, ya que ocultan intereses y necesidades. Los intereses muestran los deseos, motivos y aspiraciones de las personas; las necesidades, los mínimos del bienestar físico y psicológico relacionados con la seguridad y la identidad personal, a los que es imposible renunciar sin verse perjudicado. Pero las diversas posiciones también esconden intereses y necesidades compartidos y, desde esta base común, es posible promover el entendimiento.

Mediante preguntas abiertas (aquellas que requieren explicaciones) y preguntas cerradas (aquellas que esperan como respuesta un sí o un no), el mediador va haciendo aflorar, a partir de las posiciones iniciales, estos intereses y necesidades desde los cuales es posible llegar a acuerdos. Una técnica muy empleada es la de intentar que cada parte reflexione desde el lugar del otro: si bien es imposible que una persona se ponga de forma absoluta en el lugar de la otra, en ocasiones puede servir para abrir un poco el conflicto y ser más comprensivos.

Una vez que han emergido los intereses y las necesidades, en función de éstos se decide de qué temas se va a hablar. Es importante que los temas sean aceptados por todas las partes y que no se deje ningún elemento que las partes consideren importantes. Para esto han de tener un carácter totalmente neutro. Normalmente, el mediador suele proponer que se comience por los que generan menos polémica, esto es, por aquellos en que es más fácil llegar a un acuerdo: así las partes ganan confianza y es más sencillo llegar a acuerdos en tenas en que hay más divergencias.

Acordados los temas y el orden en que se deben tratar, ya se puede comenzar a mirar hacia el futuro: se empieza a pensar cómo se quiere transformar el conflicto en algo positivo por medio de la creatividad. Para estimular la creatividad, el mediador suele emplear la técnica de pedir a las partes que digan, de forma espontánea, cualquier idea encaminada a resolver el conflicto, sin juzgarla ni discutirla. El objetivo es llegar al mayor número de ideas posible para después decidir cuáles son las mejores para todos los implicados.

A partir de las mejores ideas que surgieron, se hacen pactos y un plan de acción de cara al futuro en el que se incluyen los compromisos que ha de adoptar cada parte, siempre de mutuo acuerdo y por consenso. Seguidamente, se evalúan y se redacta un documento que firman las dos partes. En este preacuerdo, también se incluyen sesiones de seguimiento o revisión del funcionamiento de los pactos.

Después de estas sesiones y cuando las partes estén totalmente conformes, se redacta el informe final.