CONFAPA Galicia
La escuela, como organización responsable de la educación básica de los individuos que tiene como fin último formar ciudadanos, debe considerar seriamente cuál es su papel en la sociedad, qué debe enseñar y qué valores son dignos de ser transmitidos. Deberíamos tomar conciencia de que la escuela está siendo un centro replegado sobre sí mismo, mientras que los problemas de los que se habla a menudo y los intereses del alumnado no son tenidos en cuenta ni son parte de los contenidos escolares.
En este sentido, una ley educativa como la LOMCE hará que resulte imposible preparar al alumnado para la vida democrática, para convertirse en buenos ciudadanos y en personas responsables, si en la escuela la autoridad está exclusivamente en manos del maestro y el alumnado tiene que seguir las normas y obedecer.
Del mismo modo, los docentes no pueden promover la autonomía en el alumnado cuando ellos no la tienen; cuando están sujetos por horarios, programas, contenidos curriculares que vienen de arriba y en los que ellos tienen escasa participación. Los sistemas educativos centralistas no pueden promover ni la autonomía ni la democracia. Por el contrario, tenemos que promover la democracia y la participación y que la escuela se convierta en un lugar de cultura, de conocimiento, de intercambio…en un centro social abierto a toda la comunidad en la que está inserta. Deberíamos tener escuelas mucho más vinculadas al entorno en el que están situadas, de manera que la escuela sea también un espacio para los adultos. Hay que darle importancia al trabajo cooperativo y crear un clima de convivencia adecuado entre todos los implicados en la educación: alumnado, profesorado, padres y madres, directivos y sociedad en general.
Habría, pues, que tratar de vincular a los adultos del entorno con la escuela y sus interesantes instalaciones, para que vengan a aprender y también para que nos vengan a enseñar, a contar sus propias experiencias, cómo realizan su trabajo, cuáles son los obstáculos que encuentran en su actividad: charlas y sesiones para contárselo a los niños y niñas.
Hay que contribuir igualmente a la formación de las familias, a las que muchas veces los profesores ven como problemáticas porque interfieren y no entienden bien la dinámica escolar. Hay bastantes madres y padres que no recibieron más que un poco de formación y, dado que la vida y las relaciones con los hijos han cambiado tanto en tan poco tiempo, merecen que se les hable respecto al aprendizaje, al desarrollo de sus hijos, a las necesidades de estos, a su manera de entender las cosas. Son por eso cada vez más necesarias las Escuelas para Padres.
La escuela debe constituirse, pues, como un foro de discusión ciudadana, un lugar de encuentros: hay que traer la sociedad a la escuela y llevar la escuela a la sociedad. Y la democracia es una forma de funcionamiento y una dirección en la que la escuela debe moverse. Que la escuela sea democrática debe suponer que la educación obligatoria se organice de tal manera que se creen las condiciones que garanticen el éxito escolar para todo el alumnado. Este éxito escolar supone una educación de calidad para todo el mundo y en este sentido los centros escolares democráticos hacen una apuesta por la inclusión, lo que significa entrar en el terreno de las desigualdades educativas y su conexión con un sistema social que no hace más que alentarlas.
Democratizar la escuela significa que la vida escolar debe pivotar en torno a la persona que aprende y no alrededor de quien enseña; se trata de que los alumnos sean los protagonistas de su propio aprendizaje. Y por último, la participación de profesores, alumnos y familias en la gestión de los centros escolares públicos debe salir de su atonía: la participación no se reduce al mero ritualismo formalista de la constitución y sucesivas reuniones del consejo escolar del centro; va mucho más allá, buscando fórmulas de implicación del alumnado, de padres y madres, de profesores y de gente del entorno que sobrepasan los límites de lo establecido en la ley.
La única forma de democracia escolar que puede dar impulso a un incremento continuo de la democracia cívica y de la democracia económica, así como a un incremento continuo de la libertad, de la igualdad, de la justicia y del autogobierno, es la democracia directa, participativa y de autogestión. Para extender esta democracia a todo el sistema educativo es preciso que haya suficientes protagonistas entre los profesores y las familias, que compartan la convicción profunda de que esta democracia escolar es deseable y posible a largo plazo. Y para que surjan estos protagonistas en número suficiente, se debe concebir un debate permanente sobre la democracia escolar en los medios de comunicación, en la formación inicial y permanente del profesorado, en los claustros, en las asociaciones de padres y madres, en las asociaciones de estudiantes y en todos los foros donde sea posible.