Jacinto Lasheras
Ex vicepresidente de CEAPA
Al principio de los años 70 vivía en un poblado gitano de unas 200 familias. Yo soy payo y fue una opción personal de la que se deriva que lo que puedo saber del tema es por experiencia vital y directa que he mantenido hasta hoy. Era un poblado de chabolas hechas con los más diversos materiales de lo que ahora llamamos reciclaje. Se trataba de un reciclaje de lo que en aquellos años se tiraba a la basura.
Situados en estas fechas y en este contexto en el que vivían la mayoría de las familias gitanas en España ningún niño o niña, y por supuesto ningún adolescente, iba a la escuela. La escuela era algo ajeno, no entraba en sus cabezas, era otra realidad y el principal argumento era que no les servía, ya que la mayoría no leía, no escribía, ni hacía cuenta alguna. Todos los saberes que necesitaban se establecían en orden a conseguir la supervivencia diaria y a ello debían dedicar todos los esfuerzos de todos los miembros. Se hace evidente que los esfuerzos eran de lo más variopintos, en muchas direcciones y he de decir, en honor a la verdad, que de diferentes intensidades. La escuela de los payos estaba lejos aunque estuviera al lado.
Con el establecimiento de la democracia empezaron a cambiar las cosas con lo que se demuestra que no todas las políticas y sistemas son iguales. Esa afirmación es un atajo para personas con venda que se ponen en los ojos para conseguir una paz sosa. No todo es igual ni da igual.
En un principio se establecieron escuelas exclusivas para gitanos que rompían el primer hielo y el primer impedimento para entrar en ellas. Esa escuela era su escuela. Su éxito dependió de los medios profesio-vocacionales que se destinaron a ella. La que yo conocí estaba bien dotada de maestros y maestras que se manchaban y crecían en ella haciendo de todo en una pedagogía total. Este de todo iba desde ir por la mañana a despertarlos, hasta la colaboración en su aseo, pasando por la lectura, escritura y cuatro reglas. Aquella escuela fue cuajando en número y experiencia y llegó el momento de plantearnos el que pasaran ya a la escuela de todos y para todos, o sea a la escuela púbica. La privada estaba en su esencia.
“En 55 años de perspectiva hemos llegado a una matriculación prácticamente total en infantil y primaria y a una asistencia consolidada de un 60 por ciento. Hoy, en educación, la sociedad es más justa para todos y estos resultados nos muestran el camino a seguir que no es otro que convivir en ella con buena entraña para salir de allí siendo más iguales”.
El camino estaba trazado y las escuelas públicas de los entornos donde vivían fueron conociendo una cultura diferente con los logros y las dificultades que tiene la convivencia de lo distinto, aunque la convivencia a secas ya tiene lo suyo.
Así, en 55 años de perspectiva hemos llegado a una matriculación prácticamente total en infantil y primaria y a una asistencia consolidada de un 60 por ciento. Si esto es un logro o un fracaso dependerá, como todo, del cristal con que se mira.
Los datos actuales, según estudio del Secretariado Gitano de 2013, nos dicen que la baraja se rompe al llegar a Secundaria donde hay un abandono temprano del 63% frente al 13% de la población general.
Hoy, en educación, la sociedad es más justa para todos y estos resultados nos muestran el camino a seguir que no es otro que convivir en ella con buena entraña para salir de allí siendo más iguales.
Hoy puedo afirmar que la escuela es menos paya para los gitanos y que es un valor que vislumbran para sus hijos e hijas.
La vida, que es eso que pasa mientras estamos pensando en otras cosas, me ha colocado con un riñón que no es mío, que no sé de quién es porque es una maravillosa y secreta donación por lo que me dedico a tiempo total a dar charlas en Institutos de todo pelaje. Cuando entro en un aula de 4º de ESO o 1º de Bachillerato y reconozco a algún gitano entre los 3.500 alumnos que veo al año, se me alegra el corazón.