La participación de las familias en la escuela pública.

publicado en: Artículos especiales | 0

La participación de las familias en la escuela pública es el título de un informe de CEAPA elaborado por Jordi Garreta Bochoca en mayo de 2008. En el texto se reflexionaba sobre la relación familia-escuela, la evolución de las leyes de educación en España y la forma de organización y funcionamiento del movimiento asociativo de padres y madres. Ahora mismo cualquiera de estos tres bloques están de plena actualidad. Continua siendo una tarea pendiente el cómo nos relacionamos los sectores de la comunidad educativa en una escuela, la actual, que hay que transformar y cuyo análisis ha llegado a la subcomisión de educación en donde se está trabajando en un pacto social y político que consiga recomponer la educación ante los destrozos de la LOMCE y donde también se deben tratar los cambios sobre la participación de los las APAS, afectadas por los cambios en los movimientos sociales.

El objeto de la participación de las madres y los padres en los centros educativos es mejorar la educación que reciben sus hijos e hijas a través de su implicación. Desde CEAPA se impulsa la participación colectiva, que es la que permite poder desarrollar el proyecto de vivir en común y no de manera individual. La escuela pública quizás sea el único lugar en el que la sociedad se encuentra sin que exista selección alguna por origen, género o clase social. Es el lugar donde los niños y niñas van a aprender a convivir, a respetarse, a no potenciar la violencia y a respetar al diferente. El movimiento asociativo de madres y padres tiene claro que la implicación en el centro educativo es un objetivo prioritario, porque en la sociedad vivimos de manera conjunta y necesitamos relacionarnos, comprendernos y cooperar mutuamente.

Las familias cuando empezaron a participar en las escuelas, formando las primeras asociaciones de padres y madres, luchaban por una educación universal, gratuita y con el objetivo de desarrollar un sistema educativo con una amplia escolaridad que llegara al conjunto de la sociedad incorporando a los sectores más desfavorecidos, para eso era necesario que la implicación de las familias en los centros educativos fuera posible. Desgraciadamente esta participación no siempre se ha visto necesaria y ha tenido resistencias. Actualmente la relación familia-escuela es contemplada como un factor de gran importancia en la educación del alumnado. Esta afirmación que puede parecer gratuita está corroborada por los ejemplos de muchos centros en los que la implicación directa de los padres y madres en sintonía con las direcciones y los claustros de profesores están teniendo buenos resultados. Sin duda tenemos que estar de acuerdo con Jordi Collet, sociólogo de la Universidad de Vic, cuando señala que “tanto las experiencias como la literatura científica universal nos dan una pista clave: si quieres construir una buena escuela para todos, las familias han de estar”.

Tenemos que trabajar para que en la práctica hablemos de lo importante y no nos quedemos con lo anecdótico. La opinión que nos trasladan las familias es que su participación no siempre se ve como una oportunidad para mejorar la educación y los centros de nuestros hijos e hijas ni como una oportunidad para el entendimiento y la mejora de la relación con el profesorado, simplemente porque en muchas ocasiones se deja que participemos solo en temas ya decididos (disfraces, fiestas, que material hay que comprar, o que actividades han programado y su coste) o para que participemos en la ejecución de las actividades como “mano de obra”. Sin embargo es una realidad que el nivel formativo de las familias ha aumentado considerablemente y que esto hace que las madres y padres que se incorporan a nuestros colegios tengan claro, en la mayoría de los casos, que educación quieren para sus hijos e hijas o por lo menos tienen a su alcance variadas y fáciles fuentes de información. Esto que sin duda genera conflictos y reticencias en un sector amplio del profesorado debe ser un aspecto positivo que facilite la participación en las asociaciones y en los coles e institutos. A la vez tenemos que reivindicar y ver la manera de que todo el potencial de formación que tenemos las familias pueda ser invertido en los centros educativos y en la educación. Sin duda la suma de sinergias entre los profesionales de la educación y las familias favorecería la calidad de la educación pública. Este es un reto que tenemos que valorar, no está exento de complicaciones y encuentra muchas reticencias en la administración y en parte de la los trabajadores de la enseñanza, pero al igual que hace 40 años cuando comenzó la andadura de las primeras APAS nadie puede negarnos el derecho a participar en la enseñanza de nuestros hijos e hijas, es un derecho que tenemos que seguir exigiendo y adaptando a los tiempos que nos han tocado vivir.

La participación de las familias en los centros educativos para que sea real tiene que estar basada en la comunicación de los asuntos importantes en ambas direcciones, y reducir la distancia entre lo que se nos pide y lo que las familias esperamos. Hemos comprobado que la motivación para participar es alta cuando las APAS trasladan a las familias los cursos de formación que organizan las federaciones y CEAPA, cuando se las informa y reciben el apoyo necesario para poder desarrollar su papel en la escuela. Es imprescindible que las familias sepan que derechos y obligaciones tienen a través de las APAS. Además de la comunicación que reciben las familias del centro tiene que haber una comunicación con el APA, si dejamos que el mundo de la escuela sea explicado únicamente por los docentes corremos el riesgo de que esa información sea incompleta y reducida.

Hace décadas que las familias ganamos el derecho a la participación y a estar presentes en la vida y órganos de los centros escolares. Corren tiempos de cambio e innovación y las familias pedimos una nueva revolución en cuanto a nuestra participación, queremos ser parte activa en la educación, es necesaria y muy provechosa la apertura de las aulas a las familias. Los que participamos en las federaciones y en CEAPA, consideramos imprescindible que se aborde en los centros educativos la forma de participar y esto no puede esperar al resultado del trabajo que se está realizando en la subcomisión de educación del Parlamento. Hay que potenciar la formación de las familias, trabajar en la apertura de los centros al medio que los rodea, cultivar una cultura participativa y apostar por una comunicación transparente que a través del trabajo coordinado con el profesorado ayude a limar las diferencias que puedan surgir. Una mayor participación hace que el vínculo escuela-familia crezca enormemente.

Es un reto apasionante y somos las familias las que al hablar de participación hablamos de lo de todos y no de lo nuestro. Como se ha comentado anteriormente, trabajemos a favor del bien común.

YO PARTICIPO EN EL APA DE MI CENTRO EDUCATIVO, ¿Y TÚ?