Licenciado en Filosofía y Letras (Pedagogía) U. Complutense de Madrid
Hace tiempo que viene discutiéndose, a veces con pasión, acerca de la situación de nuestro sistema educativo y los retos que enfrenta. Muchas son las voces que se han elevado, en ocasiones con argumentos y análisis rigurosos y otras veces utilizando tópicos manidos o ideas preconcebidas. Sin entrar aquí en el primer debate, me limitaré a señalar que estoy convencido de que el sistema educativo español ha experimentado una transformación profunda en los últimos cincuenta años y tiene hoy una situación similar a la de otros países desarrollados. No obstante, presenta algunos problemas preocupantes que requieren solución. Entre ellos se deben destacar las bajas tasas de titulación en la educación secundaria, la insuficiencia de los resultados obtenidos en la etapa obligatoria, el deterioro de la equidad, la organización no siempre adecuada del modelo escolar, la necesidad de mejorar el funcionamiento de los centros educativos y de potenciar la profesión docente o la falta de un consenso acerca de las reformas necesarias, por no citar sino algunos de los principales. Otra cosa es que la solución a tales problemas sea tan sencilla e inmediata como algunos pretenden, que desde luego no lo es.
De acuerdo con estas apreciaciones, compartidas por muchas personas, nuestro sistema educativo afronta varios retos de cierta entidad, a los que quiero dedicar estas líneas. En mi opinión, son desafíos de dos tipos distintos: un primer grupo tiene que ver con los fines y el sentido de la educación en sus diferentes niveles y etapas, mientras que un segundo se refiere a las condiciones que permiten dar respuesta a los anteriores. Sin ánimo de exhaustividad, destacaré cuatro grandes retos del primer tipo y tres del segundo.
Reducir el fracaso escolar
Se trata de un reto de primer orden, puesto que afecta a uno de los principales problemas educativos actuales, como han puesto de relieve con razón muchos analistas y puede leerse y escucharse con frecuencia en los medios de comunicación. En términos generales, reducir el fracaso plantea ante todo disminuir la tasa de abandono escolar temprano, con objeto de cumplir con una ambiciosa meta común europea, hacia la que vamos convergiendo, pero de la que estamos aún alejados. Además, implica aumentar la tasa de titulación en la educación secundaria obligatoria y postobligatoria y en la formación profesional, inferior a la deseable, y disminuir la repetición de curso, excesivamente alta si atendemos a parámetros internacionales. Dar respuesta a este desafío puede implicar revisar y modificar el sistema de titulación en la ESO, asunto que cada vez encuentra más opiniones favorables.
Identificar los saberes necesarios para el futuro
Asociado al reto anterior está el de definir con claridad cuáles son los objetivos que los estudiantes deben alcanzar al final de su escolarización y, en consecuencia, los saberes que deben adquirir y las competencias que deben desarrollar. No tiene sentido proponerse alcanzar el éxito escolar de todos los jóvenes sin especificar en qué debe consistir la formación que necesitan para desenvolver con buenas perspectivas su vida adulta, tanto en el terreno personal como en el profesional y el cívico. Parece claro que el canon formativo que estuvo vigente en el siglo XX necesita ser revisado y redefinido, pero aún no hemos logrado un acuerdo suficiente acerca de cuál deba ser el nuevo. No se trata solo de definir qué materias deben estudiarse, sino qué tipo de formación requieren nuestros ciudadanos más jóvenes.
Mejorar el rendimiento educativo
Si bien resulta innegable el avance experimentado por la educación española en los últimos cincuenta años, el progreso registrado ha sido menor en los últimos quince. Los resultados logrados dan la idea de un sistema estancado, que necesita un mayor impulso. El reto consiste en mejorar el rendimiento en términos generales, no para salir de ningún supuesto desastre, que simplemente no existe, sino para tomar una senda de avance constante. No se trata de un desafío sencillo, pues requiere avanzar en relación con los países más destacados, que a su vez tampoco detienen su progreso.
Aumentar la equidad
En términos generales, el sistema educativo español se ha caracterizado por unas tasas apreciables de equidad, lo que resulta satisfactorio. Pero en los últimos años se ha registrado un descenso en los indicadores de este tipo, que apuntan a una situación de riesgo que debe evitarse. Existen algunos problemas en ciertos asuntos, como los asociados a la equidad en la escolarización en las diferentes redes escolares, a la cobertura efectiva de las becas y ayudas al estudio, al rendimiento de la población escolar de origen inmigrante y a la adscripción social del fracaso escolar, que demandan actuaciones tanto preventivas como remediales.
Mejorar el funcionamiento de las instituciones educativas
Entre los retos de carácter instrumental que mencionaba al comienzo, el primero tiene que ver con la mejora del funcionamiento de los centros educativos. Algunos de los aspectos que requieren atención son los relativos al liderazgo pedagógico, a la coordinación pedagógica y curricular, a la implicación familiar en los centros, al cuidado del ambiente o clima escolar, a la organización del tiempo escolar, a la evaluación continua y el control del progreso de los estudiantes y al refuerzo positivo al aprendizaje.
Dar forma a la profesión docente
Es este uno de los retos más aludido en los últimos tiempos y que más atención ha suscitado, dada la convicción del papel central que el profesorado ocupa en el proceso educativo. Dar respuesta a este reto supone revisar y mejorar la formación inicial y continua del profesorado, sí, pero también revisar el modo en que los futuros docentes son seleccionados, prestarles acompañamiento para su incorporación paulatina a la profesión, apoyarles para que mantengan un desarrollo profesional continuo, ofrecerles inventivos para mejorar en su trabajo y evaluar el modo en que desarrollan su tarea.
Lograr el consenso en materia de educación
Un último reto consiste en lograr un consenso suficiente acerca del modo en que la educación debe ordenarse y los cambios que se han de introducir en el modelo educativo actual. Como es bien sabido, la demanda de pacto educativo está extendida en la sociedad española, aunque hay que reconocer su dificultad. Pese a la deseabilidad del consenso, no resulta sencillo conseguirlo ni es evidente que se pueda lograr. Pero ello no quita para que suponga un reto importante.
Dar respuesta a estos retos resulta factible, aunque exigirá esfuerzo y constancia. Para lograr unos resultados positivos hay que articular políticas educativas que sean al tiempo realistas y ambiciosas. Pero no se puede ignorar que hay medidas que han sido objeto de análisis y pueden adoptarse para afrontar los retos mencionados. Aunque no sean objeto de análisis en esta ocasión, no pueden ignorarse. La tarea es importante y hay conocimiento para abordarla.